La Sombra del Alcázar (II), por Isabelo Herreros

Continuación del artículo de Isabelo Herreros en el Digital Castilla la Mancha. Consta de dos partes y en ellas el autor nos comenta datos muy interesantes sobre el proceso detrás del traslado y el expolio del Museo del Ejército. Os dejamos a continuación con la segunda parte.

En la primera parte de este artículo traté de resumir la historia del Museo del Ejército y, también, los antecedentes del expolio, desmantelamiento y dispersión del mejor museo armamentístico de Europa. Para no aburrir, poco más añadiré de la historia, salvo que hubo en el pasado dos intentos de trasladar al Alcázar de Toledo el citado museo. El primero, al menos que conozcamos, tuvo lugar durante la dictadura de Primo de Rivera, y no sólo fue intento, si no que se llegaron a trasladar a Toledo buena parte de las piezas y fondos del entonces Museo de Artillería; es posible que pesase en la decisión el enfrentamiento abierto del dictador con el Cuerpo de Artillería, cuyos miembros, en gran número, se habían opuesto a los desafueros de Primo de Rivera y se habían hecho republicanos. El traslado al Alcázar de Toledo suponía, además del despropósito, por la falta de espacio y ausencia de un proyecto de museo público, una humillación para los artilleros, pues se entregaba a la Infantería el legado histórico del Arma de Artillería. Hay una pequeña historia, poco o nada conocida, de aquel intento de acabar con el Museo, y que fue la «devolución» a Cuba de un buen número de armas y otras piezas, relacionadas con las campañas del ejército español en la isla caribeña. Lo hizo el dictador mediante Real Orden de 24 de enero de 1928.

Una vez que cayó el gobierno de Primo de Rivera, en particular por las huelgas estudiantiles, su sucesor, el general Berenguer ordenó que de manera discreta el Museo regresase a Madrid. Proclamada la República, fue durante el primer bienio, y por decisión del ministro de la Guerra, Manuel Azaña, cuando se produjo un crecimiento espectacular del veterano museo, al incorporarse al mismo las colecciones que existían en diversas dependencias militares, en forma de pequeños museos; fue entonces cuando se produjo el cambio de denominación, pasando a llamarse Museo Histórico Militar, creándose en el mismo las Secciones de Infantería, Caballería, Artillería, Ingenieros, Intendencia y Sanidad. Se dejaba fuera, por razones de criterio museístico, a la Armada, con un relevante y singular museo en el centro de Madrid. Fue también en tiempos de la Segunda República cuando se creó un Patronato integrado por representantes de las Academias y la Universidad.

Durante el franquismo se disolvió el Patronato y se volvió al clásico organigrama militar, pero lo cierto es que se respetó la configuración del Museo, al que se incorporaron armas y pertrechos de la guerra civil, si bien, en honor a la verdad, no era un espacio demasiado grande el ocupado por la contienda 1936-1939, aunque resultase ofensivo para los partidarios de la República el lenguaje utilizado en placas y paneles. Con el tiempo, y ya en democracia, se corrigieron las «explicaciones» más partidistas.

No merece la pena dedicar mucho espacio al segundo intento de traslado del Museo del Ejército a Toledo, y que se dio, como decía, durante el franquismo. Lo cierto es que, a pesar de la querencia que el dictador tenía hacia Toledo, y en particular al Alcázar, no se materializó, al pronunciarse en contra los informes técnicos y académicos, sobre todo por razones de espacio y falta de idoneidad del viejo Alcázar. Es decir, contrariamente a lo que pudiera parecer, y así se ha visto después, el espacio aprovechable para Museo en el Alcázar es muy inferior al que tenía el Museo del Ejército en el Palacio del Buen Retiro. Hay que descontar el patio de armas y sótanos de difícil acondicionamiento y acceso. El resultado ya se ha visto: la construcción de un «bunker» a los pies de la fortaleza, con lo que, el presupuesto inicial se ha ido disparando; parece que ya van gastados unos veinte mil millones de las antiguas pesetas.

Con todo este dislate se conseguirán unos espacios en los que parece que se exhibirán, de las 35.000 mil con que contaba el Museo militar, (con 17.000 en exhibición) solo unas 4.500. Hay que añadir que, también, de modo irresponsable, y por los gobiernos del PP y del PSOE, se han «regalado» importantes piezas a diversas instituciones como la Universidad Complutense de Madrid, Palacio de El Pardo, Museo Histórico Militar de Valencia, Ayuntamiento de Bailén, Ayuntamiento de Palencia, Museo de la Academia Militar de Zaragoza, Parroquia Castrense de la Dehesa, Museo Provincial de Pontevedra, Ayuntamiento de Andújar, Museo Diocesano de Ciudad Rodrigo, etc. etc. Antes del cierre definitivo del Museo del Ejército se produjo el embalaje, y traslado a lugar desconocido, de las más de dos mil banderas y pendones de la colección. Es decir se ha producido una dispersión que echa por tierra el trabajo de adquisición y incorporación de piezas de museo durante más de doscientos años, precisamente desde que el muy cultivado Manuel Godoy fundase en 1803 esta singular institución, hoy expoliada y destruida por la ignorancia y la soberbia de unos políticos catetos.

Un comentario en “La Sombra del Alcázar (II), por Isabelo Herreros

  1. MARIA GUILLÉN

    ME PARECE MUY ACERTADO ESTE ARTICULO, EL MUSEO DEL ASEDIO NO DEBIA DESAPARECER, FUE LA RESISTENCIA DEL ALCAZAR UN HECHO HEROICO QUE NO DEBEMOS OLVIDA PARA NO REPETIRLO.

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