Lo que fue y debe volver a ser el Museo del Ejército

Salon

(Publicado en la revista «Razón Española» en el número 189)

El Museo del Ejército era una exposición permanente de nuestra historia. Sus fondos eran recuerdos vivos de lo más brillante del devenir histórico de nuestra patria: las gestas de sus ejércitos, las hazañas de sus héroes, su contribución al progreso técnico y los medios que utilizaron, que en gran parte son elementos necesarios para la investigación histórica. Un General Director del Museo del Ejército francés dijo hace unos años que quien quisiera estudiar la Artillería primitiva tendría que venir a Madrid, a ver la magnífica colección de la misma que tenía nuestro Museo del Ejército. Era la mejor colección de Artillería existente.

El Museo del Ejército estuvo, desde su fundación, siempre en Madrid, donde le correspondía, por ser la capital del Reino, como están en sus respectivas capitales los museos similares de todos los países de nuestra civilización que cuentan en el Mundo.

En cuanto a su antigüedad, en España, sólo le precedió el de Ciencias Naturales, siendo por tanto el segundo, catorce años antes que el del Prado; a nivel mundial, surgió en tercer lugar, después de los de Inglaterra y Francia.

Podíamos considerarlo como el museo de mayor valor educativo, por constituir un aula viva de Historia de España, cuyas enseñanzas, para muchísimos adolescentes y niños que lo visitaron, con sus padres o con sus colegios, quedaron como impresiones vivas y profundas, y por tanto muy eficaces, que les hicieron poner más atención en esa materia tan necesaria en la educación, hoy tan descuidada, que es la Historia de España.

En todos los países de cierta importancia, el Museo del Ejército, con el mismo o con otro nombre, es el museo de mayor valor educativo, por la razón expuesta. Y así lo era en España, hasta su expoliación. Lo que ahora figura como Museo del Ejército no es más que una pobre exposición de una quinta parte de sus fondos, que ni son los más valiosos ni los más representativos, ni por tanto tienen gran valor educativo, menos aún cuando, si no se han corregido, tiene errores en los carteles explicativos. Aunque dichos fondos forman un museo, éste no se puede calificar de auténtico museo militar, de lo que sólo tiene el nombre y el encuadramiento orgánico y administrativo; le falta el carácter, pues no transmite la emoción que hace sentir todo auténtico museo militar, ni por tanto puede contribuir casi en nada al conocimiento de nuestra historia. Todas las personas con quienes hemos hablado, que han visitado el nuevo museo, habiendo conocido el anterior, coinciden en su apreciación negativa de este nuevo museo, y casi todos consideran que, en vez de emoción, lo que transmite es indignación.

El Alcázar de Toledo, joya renacentista, muestra emblemática de nuestra arquitectura militar, obra señera que corona el grandioso conjunto monumental de la ciudad imperial, es universalmente famoso por su heroica defensa, cuyo recuerdo conservaba el evocador y emocionante Museo del Asedio. Éste ha sido destruido en gran parte por las obras para la instalación de ese lastimoso museo antes citado, tan pobre de espíritu militar como lleno del mismo estaba el entrañable Museo del Asedio, que sí transmitía viva emoción. Con el mismo motivo, el Alcázar ha sido alterado interior y exteriormente: en el interior, con los huecos construidos bajo tierra, cuyo valor es muy dudoso por el peligro que supone la humedad para lo que en ellos se guarde; y en el exterior por ese atentado arquitectónico que es el muro funcional añadido, que además de ser incompatible con el puro estilo renacentista de tan gran monumento, lo oculta en parte, impidiendo su visión desde la plaza de Zocodover. Se ha cometido un atentado contra el Arte, contra la Historia y contra la llamada Cultura de Defensa, infringiendo, al menos, los artículos 2 y 4 de la Ley del Patrimonio Histórico Español, y malgastando muchos miles de millones de euros. Y parece inexplicable que Toledo haya tolerado tal desmán arquitectónico, que podría hacerle perder su carácter de ciudad Patrimonio de la Humanidad, por incumplir las condiciones de respeto total a sus monumentos, establecidas en las cartas de Venecia y Washington.

Esa disparatada operación que ha deshecho el Museo del Ejército y el Museo del Asedio del Alcázar, a la que hay que añadir la destrucción del Museo de Montjuich, en Barcelona, es uno de los graves daños que ha dejado el paso de quienes gobernaron, o dominaron, España en los años 2004 a 2011. No podemos culpar al Gobierno actual, pero sí debemos pedirle, con la insistencia que haga falta, que remedie tan grave desmán y no se haga cómplice por omisión.

Como ha escrito, entre otros, el gran tratadista de Derecho Político alemán Martin Kriele, más allá del parentesco de sangre, lo que da unidad a la nación es la historia vivida y sufrida en común, así como el objetivo de seguir viviendo en común…Expresión que hace ver la importancia del conocimiento de la historia nacional y la necesidad de potenciarlo. En esa labor, en todas partes tiene un puesto destacado el Museo del Ejército. Y en España, es obligación moral de todos, mayor en quienes más puedan, hacer lo posible para que resurja el Museo del Ejército y vuelva a cumplir su importante función cultural y educativa.

El artículo 4 de la Ley del Patrimonio Histórico Español define como expoliación, toda acción u omisión que ponga en peligro de pérdida o destrucción todos o alguno de los valores de los bienes que integran el Patrimonio Histórico Español o perturbe el cumplimiento de su función social.

Podemos decir que el Museo del Ejército y otros dos importantes museos militares han sido expoliados. Ello ha hecho pensar a muchos que todo ha formado parte de una operación contra el Ejército, el espíritu militar y la Cultura de Defensa, en resumen contra España; ello sería un acto de traición, del que deberían responder todos los causantes. No decimos eso porque no tenemos las pruebas, pero sí está claro que, haya habido mala voluntad o sólo imprevisión y negligencia, el resultado ha sido el mismo. Y hay que repetir que no podemos culpar al Gobierno actual de los disparates del de 2004-2011, pero sí pedirle, con la insistencia que sea necesaria, la recuperación del Museo del Ejército y de todo lo que ha sido expoliado.

Hasta que se cometió esa expoliación, el Museo del Ejército supo cumplir su función cultural y educativa, con un presupuesto muchísimo menor que el del pequeño y lamentable museo nuevo. Estaba organizado en dos sedes: la principal con la Dirección en Madrid, y la Sección Delegada del Alcázar de Toledo, que incluía el entrañable Museo del Asedio. Ahora el Alcázar de Toledo está desfigurado por ese muro, que atenta contra su estilo, y ocupado por ese pequeño y desafortunado museo “poco militar”; y el Museo del Ejército está deshecho, con el ochenta por ciento de sus fondos almacenados o repartidos en “alojamientos” temporales. Podemos decir que, a tenor del artículo 4 de la Ley del Patrimonio Histórico, su situación actual es una expoliación continuada. Ello requiere una actuación lo más inmediata posible para recuperarlo de esa expoliación, antes de que ésta sea mayor por deterioro de fondos.

Teniendo en cuenta los  problemas creados, proponemos que se establezca en Madrid una sede, en la que se expongan los fondos no expuestos en el Alcázar. Orgánicamente, el Museo del Ejército volvería a tener su organización en dos sedes, aunque en sentido inverso: la Dirección en el Alcázar y la Sección Delegada en Madrid. Lo importante es que todos sus fondos estén expuestos y bien explicados, y todos los españoles puedan visitarlos, sobre todo los estudiantes y escolares, a cuya formación debe contribuir.

 

Gabriel Rodríguez Pérez

Coronel de Infantería DEM.®

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