La Carta de Washington – ICOMOS (1967/87) y el Alcázar de Toledo

Aunque Toledo jamás ha sido la cabeza de un Imperio, se venía aplicando a la ciudad el título de Imperial seguramente como homenaje a su historia rica en acontecimientos que, en determinadas ocasiones, condicionaron la historia de España.

Toledo ha mantenido hasta hace pocos años su riqueza ornamental histórica y artística preservándola de su destrucción a lo largo de muchos siglos; de este modo la ciudad ha podido mostrar al mundo con orgullo la riqueza de sus monumentos, la calidad de su arquitectura y la belleza de un conjunto urbano que, abrazado por el Tajo, se ha convertido justamente en uno de los centros de atracción del turismo cultural.

Por eso, parecía imposible cualquier atentado a esta imagen que -inmortalizada en una tela de El Greco- había logrado sobrevivir a las destrucciones causadas por el paso de los siglos. Incluso su monumento más representativo, el Alcázar, había sido reconstruido primorosamente después del asedio que sufrió durante la guerra civil y que llevó a la opinión internacional a sentir admiración por el heroísmo de los españoles que allí combatieron.

Desgraciadamente, este tesoro ha sufrido una lamentable agresión cuando unos gobernantes ignaros, unidos a intereses localistas impropios de la grandeza de Toledo, aceptaron, al parecer complacidos, la increíble decisión de adosar a la fachada norte del Alcázar –notable obra en piedra de Covarruvias– un lamentable estrambote en forma de paralelepípedo marmóreo que recuerda algún monumento funerario de la antigüedad y rompe la fisionomía conocida tanto del Alcázar de la elevación en la que está enclavado y desde la que domina la ciudad.

Resulta increíble que tan tremendo atentado al Alcázar, y, con él, al conjunto histórico y urbano de Toledo, tuviese un o unos autores de la ocurrencia y, lo que es peor, que las autoridades obligadas al respeto más absoluto a la integridad cultural e histórica de esta insigne ciudad acogiese—al parecer con entusiasmo—tan disparatada construcción, seguramente en la creencia de que el prometido nuevo museo añadiese algo al inmenso patrimonio cultural de la ciudad. Los sueños, sueños son.

Precisamente para evitar que tales atentados tuvieran lugar una iniciativa de la ONUa través dela UNESCO, a la que pertenece el ICOMOS (Consejo Internacional de Monumentos y Sitios Históricos), adoptó en su Asamblea General celebrada en Washington en octubre de 1987 la llamada “Carta internacional para la conservación de ciudades  históricas y  áreas urbanas históricas”, Carta que era la ratificación de otra similar adoptada en 1964  (Carta de Venecia).

Al definir en su artículo 2 que ”los valores a conservar son el carácter histórico de la población o del área urbana y de todos aquellos elementos materiales y espirituales que determinan su imagen”, incluye en su apartado c) “la forma y el aspecto de los edificios (interior y exterior), definidos a través de su estructura, volumen, escala, materiales, color y decoración” . Añade, con gran énfasis,  que “ cualquier amenaza a estos valores comprometen la autenticidad de la población o área urbana histórica”.

Hay que subrayar que este compromiso fue asumido en su debido momento por España, por lo que resulta increíble que el atentado cultural haya tenido lugar por iniciativa precisamente de quienes, al tener bajo su responsabilidad, unos la conservación del Alcázar y otros la vigilancia urbanística sobre él,  hayan llevado a cabo la obra que puede apreciarse en las imágenes que acompañan este trabajo. Para colmo, parte de la actuación ha sido financiada ¡por el Ministerio de Cultura!

Resulta muy difícil explicar lo ocurrido pues para qué esta desgraciada iniciativa haya podido ser realizada han sido precisa la intervención de una serie de órganos de un  Estado que dice ser un Estado de derecho.La Presidenciadel Gobierno, el Ministerio de Cultura, el Ministerio de Defensa,la ComunidadAutónomade Castilla–La Manchay el Ayuntamiento de Toledo han tenido que hacer coincidir/sus esfuerzos, omisiones y el dinero de los contribuyentes para lograr que España haya perdido—esperemos que no definitivamente—el mejor Museo militar del mundo, ante la pasividad de otras instituciones, como el propio Ayuntamiento de Madrid en los años últimos, que, en su momento, concedió al hoy desaparecido Museola Medallade Oro de la ciudad con cuyos ciudadanos se batió hombro con hombro contra los franceses el 2 de mayo de 1808.

Ha habido también en un pequeño sector de la opinión pública una cierta pasividad aunque hay que reconocer que, dentro del conjunto, ha sido precisamente la opinión pública representada por los medios de comunicación la que más se ha opuesto a esta importante pérdida que ha sufrido España en su patrimonio histórico y cultural.

Actuaciones como las de quienes idearon y ejecutaron  la operación no serán recordadas como lo son las de aquellos que, como el Coronel Navarro Sangrán y quienes con él lograron durante el siglo XIX poner en pie el hoy desaparecido Museo, jamás serán olvidados, como ejemplo que fueron de amor a España y a su Ejército.

La de hoy es otra historia y otros personajes.

     — Armando Marchante Gil –

        Vicepresidente dela Asociaciónde Amigos del Museo del Ejército de Madrid

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