La ampliación del museo del Prado ha constituido una agresión al entorno urbano y la destrucción de una parte importante del patrimonio nacional. Esto ha sido posible por la indiferencia de los jueces ante las denuncias ciudadanas realizadas para evitarlo. La magistratura, una vez más, ha preferido ser complaciente con el Poder a aplicar la legalidad vigente. En vez de planificar un crecimiento armónico sin dañar al entorno o a otros sectores de nuestro tesoro artístico, como hubiera sido ampliar por el subsuelo del jardín Botánico, de forma similar a como se amplió el museo de Bruselas. Se optó por la peor solución, pues suponía atentar contra la integridad y belleza de dos lugares emblemáticos de nuestra historia y nuestro arte. Como fue practicar el canibalismo artístico y laminar dos joyas de nuestro patrimonio. Todo ello sin reparar en gastos, para la mayor gloria y vanidad de una casta política cuya incultura solo es superada por su incompetencia.
El primero de los lugares afectados ha sido el claustro de la iglesia de los Jerónimos, una de las tres únicas iglesias que pueden contemplarse en España del estilo “Reyes Católicos”. La armonización de las tres corrientes arquitectónicas predominantes en España durante el siglo XV: gótico, mudéjar y renacimiento. Lo hacen original, autóctono y testigo de una edad que está a punto de acabar y de otra que comienza. Es en ese momento cuando nuestro país hará el mayor esfuerzo y aportación de su historia a la cultura europea. Los ladrillos del cubo de Moneo se levantan con una palmaria falta de sensibilidad artística y, lo que es peor aún, soslayando la ley del Patrimonio que protege el monumento. Tampoco se tiene en cuenta la opinión mayoritariamente contraria de los vecinos del barrio así como de numerosos arquitectos, Foster o Lamela, o urbanistas que están ajenos al sustancioso negocio que supone la obra, para aquellos que están bien conectados con el Patronato del Prado.
El segundo espacio que se consigue ganar para el Prado, dentro de su proyecto de ampliación, es la actual sede del Museo del Ejército. Lo que supone para Madrid la pérdida del mejor museo de Historia existente en España. Es verdaderamente chocante el empeño de las autoridades municipales y regionales en defender ardorosamente para Salamanca un importante archivo de la guerra civil y su indiferencia ante el traslado del Museo del Ejército a Toledo. Una vez más, se pone de manifiesto que los objetivos coyunturales de un partido pueden prevalecer sobre los permanentes de la cultura.
Diego Camacho