En la Historia Universal hay cosas y hechos que al cabo de los siglos siguen suscitando la admiración y el interés del estudioso y del sencillo hombre de la calle.
Entre estos hechos admirables hay en nuestra Patria uno que llama poderosamente la atención: es la circunstancia plenamente documentada de que un Museo Militar entre en combate contra el invasor extranjero. Así ocurrió en la gloriosa jornada del 2 de mayo de 1808 cuando el Real Museo Militar, situado entonces en el Cuartel de Monteleón, unió sus pìezas de artillería y el armamento de que disponía para su estudio, al dispuesto por los capitanes de Artillería Daoíz y Velarde y el Teniente Ruiz con intención de dotar de armas al pueblo de Madrid que, ante la pasividad y incluso el apoyo de las autoridades militares de la época al invasor francés, luchaba heroicamente en las calles de la capital contra el poderoso Ejército napoleónico que, a traición, había invadido España.

Con ello, incumpliendo unas órdenes inicuas, apoyaban a los paisanos levantados contra el invasor, combatiendo codo a codo con un pueblo que demostraba más patriotismo y más valor que sus cobardes dirigentes.
De este modo, el personal de un Museo, que cumplia una función de enseñanza e investigación, en aquella mañana gloriosa y heroica se entregó con sus hombres y sus cañones a la defensa de España y su independencia. Los hombres perecieron, pero los cañones, hasta que una lamentabilísima decisión los ha enviado a los almacenes y sótanos de Toledo, han permanecido en lo que era su Museo, como puede apreciarse en la fotografia adjunta. Triste suerte y graves responsabilidades.
El Museo del Ejército conservaba en sus vitrinas la Medalla de Oro de Madrid que un Ayuntamiento le concedió en memoria de aquella defensa de Madrid contra el invasor. El actual ha preferido perder el Museo sin un gesto en su defensa. Lo que va de ayer a hoy.
Armando Marchante Gil .